Autor: Norman Roth, Profesor Emérito
Universidad de Wisconsin-Madison
Traducción del Prefacio: Jesús Jambrina,Viterbo University
Para los judíos, la Biblia es más que un libro; es una entidad viva y
dialogante. Profiat Durán (del siglo XIV a principios del XV), en referencia al
aprendizaje, observó que no se aprende en silencio sino en voz alta, de manera
que todos los sentidos y “poderes” del cuerpo se involucren. Anotó que tal vez
por esa razón la Biblia es conocida como miqra, es decir, llamada o
lectura (en voz alta). Véase que esto es lo opuesto al término “Escritura
(Sagrada)” que significa “escrito” y en este sentido no tiene un equivalente en
hebreo. Como Martin Buber, tan elocuentemente, lo expresó: “¿Hablamos de un
Libro? No, hablamos de la Voz ¿Hablamos de tener que aprender a leer? No,
hablamos de tener que aprender a Escuchar”.
Por lo tanto, memorizar fue una parte esencial del saber judío desde los
primeros tiempos, tanto para aprender la Biblia, como más tarde aprender la
“ley oral” y las interpretaciones y argumentos de los cuales surgió el Talmud.
Sin el beneficio de los libros impresos, la gente tenía que confiar en copias
de manuscritos relativamente caros. En las escuelas nunca había suficientes ejemplares
para todos los estudiantes, y lo típico era que el profesor recitara en voz
alta y los estudiantes repitiesen con él. En las sinagogas, la Torá era leída en
un gran rollo y las lecturas de los profetas en rollos pequeños. Algunos
congregantes tenían copias de los textos, pero preferían ponerse alrededor de
aquellos que escuchaban cuidadosamente la recitación. Esto quiere decir que
había un énfasis en la transmisión y comprensión oral, lo cual dio paso a la
memorización virtual, a veces completa, de los textos (talmúdicos y
bíblicos; conozco casos en los tiempos actuales de estudiantes que memorizan la
mayoría del Talmud Babilónico).
Además, y quizás más importante, esto crea lo que Buber llamó poner atención al significado exacto, e incluso al sonido de las palabras. Las palabras hebreas tienen una melodía, casi de carácter poético, y mientras más uno entra en sintonía con ellas, más profunda es la comprensión, no sólo de las oraciones sino de cada palabra. No hay dudas de que este fenómeno aumentó la sensibilidad hacia el significado del texto y una consciencia de sus matices, lo cual, al final, influyó en el nivel excepcional de interpretación bíblica que encontramos entre los judíos de España.
La familiaridad con la Biblia no estuvo, por supuesto,
confinada a escuchar su lectura en la sinagoga, donde, no sólo los sábados,
sino también durante las dos servicios semanales, se leía la Torá. Además, en
el Sabat y las festividades hay lecturas de los profetas y de otros libros
bíblicos. El Libro de Esther, conocido como Megiylah (Megiylah,
rollo, aunque otros libros son llamados así), era leído en voz alta en la
festividad de Purim. En España la costumbre era que las personas leyeran los
Proverbios entre Pesaj y la fiesta menor de Sheminiy ‘Aseret. Las
obligaciones privadas también se llevaban a cabo; como veremos más adelante, la
ley judía requiere la lectura privada, individual, de la porción semanal de la Torá, junto con su traducción. A los hijos, o al menos los
varones, se les enseñaba la Torá desde muy temprana edad en la escuela o en la
casa; en España parece obvio que también aprendían otros libros bíblicos,
puesto que puede demostrarse, usando varias fuentes, que un judío medio tenía
un excelente conocimiento de la Biblia. Algunas mujeres, como mínimo, también
la estudiaban y tenemos datos de varias que tenían manuscritos bíblicos
entre sus más valiosas posesiones.
El logro cultural más relevante de los judíos de la España medieval fue el
redescubrimiento y renacimiento del idioma hebreo. La creación de una gramática
adecuada y el estudio científico del idioma necesariamente involucró una
investigación cuidadosa y constante de la Biblia, dando lugar a comentarios que
fueron más allá de la alegoría tradicional y la interpretación mítica.
Los comentarios bíblicos más tempranos en España fueron escritos en judeo
árabe, el idioma que los judíos en las tierras musulmanas hablaban y escribían.
En el siglo XII, Abraham Ibn Ezra produjo un cúmulo de comentarios en hebreo,
dados a conocer en Italia, Provenza y tal vez en Francia, además de en su
nativa España. A partir de ese momento, todos los estudios bíblicos en España
fueron en hebreo, entre los judíos y también los cristianos.
Este libro (La Biblia y los judíos en la España medieval) investiga el
estudio y la interpretación de la Biblia hecha por judíos en la España
medieval, desde la época de la dominación musulmana hasta el siglo XV en la
España cristiana. El primer capítulo presenta interpretaciones bíblicas y
traducciones en general, antes de continuar con los comentaristas en la España
musulmana (que incluye a buena parte del norte y del sur), ambos publicados y
no disponibles en la actualidad. Aquí se introducen también las varias teorías
o aproximaciones a la exégesis en la escritura de los estudiosos. Abraham ibn
Ezra, el comentarista más importante, ya presentado en el primer capítulo, es
considerado en detalles en el segundo. La interpretación bíblica de Provenza y
la España cristiana generalmente es el tema del tercer capítulo, enfocado en el
famoso “Nahmánides”.
El capítulo final también se refiere a los manuscritos bíblicos y las ediciones
impresas hechas por judíos, así como traducciones en lengua vernácula. Se
incluyen detalles de todos los manuscritos existentes y de las ediciones
impresas traducidas en España e Iberia medieval.
Al final hay apéndices que dan información acerca de las fuentes usadas por los
comentaristas “principales”, Ibn Ezra, Qimhi y Nahmánides, y una lista de todos
los comentarios de acuerdo con los libros de la Biblia.
En la actualidad no existe una investigación de este tipo, particularmente
enfocada en la España medieval (una publicación española anterior sobre el tema
es general y superficial). Algunos artículos introductorios son útiles, quizá el
mejor sería el de Barry Walfish, “La interpretación judía medieval” en The
Jewish Study Bible (Oxford, 2004, 2014), aunque, de hecho, se extiende más
allá del período medieval.
Es obvio, por supuesto, que estoy profundamente en deuda con muchos estudiosos,
del pasado y del presente, y particularmente con el trabajo excepcional que se
ha hecho y se continúa haciendo en España.