Por Antonio Escudero Ríos, Diario Judío
Entrevista al investigador y catedrático Don Jesús Jambrina sobre la
cuestión judía
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El entrevistado en Jerusalén
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¿Le parece contradictorio que un pueblo tan definido como el judío se
haya constituido sobre unos caminos hechos al andar?
En lo absoluto, la humanidad es un fenómeno migrante,
desde siempre las personas han caminado en busca de mejores condiciones de
vida, ya sea de caza, de pastos, de clima, como en la prehistoria, o escapando
de guerras, conflictos y/o situaciones abusivas, precarias, como en la
actualidad. El movimiento de un lugar a otro, la migración, el cambio, define
la actividad humana, la constituye en su devenir histórico y cultural y desde
ahí religioso, político, económico, vital. Cuando Abraham y su familia abandonan
la antigua Ur no hacen más que repetir el patrón de mudanza en busca de aquello
que los llene como individuos, los aliente en su ser y es por ello por lo que
ese relato sigue vigente, pertinente, actual.
El andar, por otra parte, incorpora el deseo de fijar un lugar diferente para
vivir, reproducirse y fundar a partir de lo aprendido, crear una nueva opción
para el núcleo humano, establecerse. En ese sentido el andar es también
profético, diseña un horizonte de permanencia a partir del cual se repite el
mismo ciclo para las nuevas generaciones, de esa forma avanza y expande la
humanidad. Abraham “encontró” el monoteísmo y a través de él emergieron pueblos
y religiones enteras, renovó la existencia y transformó la realidad de su
momento, abriendo vías inéditas de comunicación con lo divino. Abraham rompió
todos los esquemas del lugar donde vino al mundo, lo cual comenzó rechazando
los ídolos de su cultura anterior, díganse también las relaciones sociales que
ello implicaba, lanzándose en busca de algo distinto. Ese es un rasgo muy humano.
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Abraham recibe la promesa, fresco en la Sinagoga Dura-Europos, Siria, datada en 244 c.e.
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Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya constituido
sobre las Escrituras como ley y mandato divino, ¿serían los profetas los
primeros constructores de la historia –tal como la entendemos–no solo empujada
desde atrás, sino reclamada desde delante, desde el futuro?
Sin dudas, y además los profetas crean historia desde
dentro, es decir, desde la vivencia personal en relación con los
acontecimientos exteriores. Los profetas hablan desde su participación en la
realidad y desde su, digamos, función de futuro a partir de la fe en el Dio; historian
desde su presente, invocando el pasado y prefigurando el porvenir, por eso
nunca fueron, sino que son, algunos desaparecen o se ocultan,
otros reaparecen, pero nunca abandonan su lugar espiritual, acompañando al
individuo judío allí donde este vaya, por la razón que sea. Los profetas
siempre están.
El judío es un pueblo atado al libro, mejor dicho, los
libros, pero sobre todo a la interpretación de estos que es hacer historia.
Recordemos que en la cultura judía no existe dicotomía entre cuerpo y alma,
como en los griegos o los romanos, el ser es Uno. La huella de la persona es
para siempre, evolucionando hacia su perfección infinita. Los profetas hablan
más y mejor con cada generación, es decir, se les entiende mejor.
3 -—Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha
estado buscando el tiempo, su tiempo, su historia, ¿es también ese su parecer?
La creación y existencia del estado de Israel cambia
todo eso en tanto constituye la materialización de la profecía, pero ¿qué es la
profecía? Pues el reclamo a ser plenamente, sin interferencias destructivas
(opresión, invasiones, ataques) y sin fecha de caducidad. Es curioso cómo el
surgimiento de las naciones a partir del siglo XVIII y sobre todo del XIX está
basando, en parte, en la historia hebrea de un reino o mejor, estado. El modelo
bíblico del estado permea todo el deseo nacional de los países modernos como
los conocemos hoy. En tanto profecía todo estado requiere un espacio donde
marcar su tiempo y hacer su historia que es la historia de todas sus gentes,
sus tribus (espero que se entienda que estoy usando un lenguaje metafórico). Jacob
erige un monumento allí donde en su sueño lucha con el Ángel y se convierte en
Israel. Tiempo, espacio e historia confluyen irremediablemente, son la única
forma de ser plenamente.
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Jacobo luchando con el Ángel, de Luca Giornado
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¿No cree que la historia, en el caso de los judíos, más que una historia
basada en el progreso es una historia sagrada, es una historia ucrónica de la
divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha escritura, una y otra
vez?
En la respuesta 2 he abordado un poco esta pregunta
también. Si acaso agregar que la historia es un proceso que se mueve
orgánicamente para preservar a su protagonista, es decir, la Humanidad, eso que
Ud llama la Divinidad de los hombres y habría que agregar de las
mujeres. El pueblo judío es parte de ese movimiento perpetuo con los
profetas alumbrando el camino. Si en el mundo se honrara más la sacralidad del
ser humano habría menos violencia, menos guerras, más cooperación y
solidaridad, la historia cambiaría su ritmo destructivo, transformándose en
diálogo constante, creación e interacción productiva, avance, entendido como
materialización de la justicia, la aspiración vital de los profetas.
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Esther, de Edwin Long
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¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el
sentimiento de colectividad de este pueblo?
Sin individualidad no hay colectividad. Abraham, Isaac y
Jacob, sus respectivas esposas e hijos, así como todos aquellos con quienes se
relacionan tienen su propia personalidad. Los relatos bíblicos son la vida en
acción, unificada, sin embargo, en su aspiración espiritual. No hay
personalidad o conducta humana que no esté representada en el Tanaj, incluso
las (entonces) más transgresoras, como la de David y Jonatán, o Ruth y Naomi;
la Biblia Hebrea es un espejo magnificado de todas las posibles combinaciones de
carácter, temperamentos y sensibilidades, ancladas todas en la realidad
histórica.
Moisés y la generación del éxodo no entran a la tierra
prometida por haber manifestado dudas, en otras palabras, a los fundadores de
Israel se les niega el paso al sitio que el propio Dio les había otorgado. ¿Qué
nos dice esto? ¿No son judíos Moisés y la primera generación del éxodo? Las
interpretaciones son muchas, pero lo que el texto demuestra es la humanidad de
Moisés, el elegido para liberar al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, el
único hombre que ha visto al Dio, el líder arquetípico del judaísmo que, sin
embargo, aparentemente, no completa su misión. Es esa fragilidad, esa vulnerabilidad,
esa duda de Moisés a pesar de haber tenido todas las pruebas, lo que fortalece
el relato porque lo primordial para este es asegurarse de incluir toda la
experiencia humana en el recorrido de perfección.
Hay una ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío.
Por una parte es un pueblo respetado y temido, por otra parte hay una actitud
de rechazo hacia él, que se manifiesta en expresiones populares y despectivas,
por ejemplo «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera.
¿Qué opina de ello?
Te faltó incluir la conocida frase en León de “salir a
matar judíos”, una vergüenza. Creo que esas expresiones son producto de los
prejuicios, la falta de educación histórica y carencia de sensibilidad cultural.
No debemos olvidar que en España hubo inquisición por más de tres siglos, se
dice fácil, pero tres siglos son aproximadamente 12 generaciones, no sólo de
aquellos españoles y españolas con ancestros judíos sino de cualquier persona
que por simplemente tener curiosidad podía ser procesada por la inquisición.
En el 2020 se publicó un artículo de los economistas
Mauricio Drelichman, Jordi Vidal-Robert y Hans Joachim Voth acerca de cómo la inquisición afectó negativamente la economía, la escolaridad y la confianza
entre personas en aquellas zonas de España donde se llevaron a cabo autos de fe
entre 1480 y 1820. Es un artículo que demuestra la persistencia a varios
niveles de la sociedad de las consecuencias de la persecución religiosa. Que yo
sepa, la prensa española, tan pendiente de todo lo que se habla del país fuera,
no dio cobertura a este estudio, cuya relevancia es de una actualidad
apabullante. Eso sin recordar que la dictadura franquista duró 36 años y que
todavía hoy en los actos políticos de algunos partidos se ven saludos nazis sin
que los dirigentes de esos partidos rechacen categóricamente esas
conductas.
También hay mucha superstición y teorías de conspiración
sobre el pueblo judío, en mi opinión estimuladas por los vacíos educativos antes
mencionado, pero además promovidas por un antisemitismo de nuevo tipo, basado
en la banalización de la historia, del holocausto, de la inquisición y de otros
acontecimientos de odio antijudío. Es un antisemitismo programático que cuenta
los días hasta que, según sus promulgadores, se olvide el fascismo; por eso es
tan importante la memoria histórica, la del holocausto, pero también la de la
inquisición y el nazismo, el franquismo y sobre todo denunciar a sus
negacionistas, desmontarles sus discursos y exponerlos, que sepan que los
vemos, que sabemos quiénes son, dónde están, cómo actúan y cuáles son sus
objetivos a corto y largo plazo.
Una manera de educar, por ejemplo, con respecto a esas
frases y costumbres que mencionas en tu pregunta, es concientizar sobre sus
orígenes y como se dice, darle vuelta a la tortilla, haciendo ver que esos
dichos y actitudes mentales son la prueba de lo importante que fueron los
judíos en la historia de España, y en el caso de una frase como la de León, en
localidades específicas. Hay que hacer un trabajo de arqueología lingüística
para demostrar que esos dichos nos pueden informar de momentos históricos, de
lugares, de personajes, de relatos que iluminan la presencia judía en España a
un nivel mucho más profundo de lo que muchos creen.
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Aquellos Polbos, dibujos de Goya acerca de la Inquisición
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Existe una penetración de lo judío en lo sagrado –incluso en el pensamiento de
sus prohombres más modernos y racionalistas– como temor de Dios, como
acatamiento del mandato divino, como escritura sagrada. Es curiosa, ¿no cree?
Esa mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la divinidad.
El debate entre fe y razón está desde Maimónides, fue él
quien lo manifestó. No es raro que él mismo haya sido rabino, médico y
filósofo. Todo saber y conocimiento para que sea debe ser sagrado, de lo
contrario se convierte en pasatiempo o divertimento. En otras palabras, un poco
más modernas, sin compromiso con la ciencia o con el estudio de las escrituras
no puede haber descubrimientos, interpretaciones e innovación y en eso la fe y
la razón se encuentran de manera definitiva. Pienso en Spinoza cuando se
refiere al Dio o la Naturaleza para validar sus categorías filosóficas, con
ello toca la materia del saber: observación científica y fe. El temor al Dio
sería, precisamente, la corrección de la arrogancia, el complejo de
superioridad y un llamado a la humildad frente al universo, su vastedad, su
movimiento y evolución.
La penetración en lo divino surge de la comprensión de su
dialéctica, pero también de la posibilidad de transmutarlo a través de la
experiencia. Cuando en una casa judía se encienden las velas de Shabbat cada
viernes al anochecer, el universo concentra sus energías, abriéndose una
ventana a ese espacio indeterminado donde se entretejen pasado, presente y
futuro, es un fenómeno de fe y cultura, pero también de ciencia en tanto se
pone en juego la actividad cerebral de los participantes, no es fortuito que el
Shabbat sea el núcleo del judaísmo.
La Teoría de la Relatividad de Einstein puede ser leída
como una oración, lo mismo las páginas y página de ecuaciones que un matemático
escribe para descifrar algún acertijo, o las hojas de una partitura que un
compositor elabora para traducir la música que escucha en su cabeza. Nada de eso
es diferente de los murmullos que algunas mujeres trasmontanas en el noreste de
Portugal realizaban durante Yom Kippur para que sus vecinos inquisitoriales no
las descubrieran.
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Marranos en Belmonte, Portugal, 1989
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