María Cherro, ANAJNU, tomado de Reconectar en español
A mediados del siglo XX, el holocausto, en su cruel persecución
sistemática masacró a seis millones de judíos. La Alemania nazi y los
países colaboracionistas, fueron responsables de esas masacres. Hasta
hace pocos años se consideraba que esos millones de víctimas eran
exclusivamente los judíos eshkenazíes de Europa, separando así la
historia de los sefardíes que fue absorbida, oculta y desplazada a un
lugar marginal de la investigación, por varias razones que detallo a
continuación.
Los sefardíes pertenecían al colectivo oriental, no eligieron adaptarse al rápido desarrollo de los nuevos países después del desmembramiento del Imperio otomano, prefirieron mantener su propia mentalidad, y sus experiencias no estaban relacionadas con los judíos centro-europeos. Además, el número de sefardíes involucrados resulta muy inferior a los millones de judíos eshkenazíes exterminados.
Esta situación relegó a los sefardíes a los márgenes de la historia, atribuida a la diferencia y evolución cultural con los eshkenazíes, protagonistas de importantes acontecimientos del pueblo judío: las reformas religiosas, la asimilación cultural, nacionalista y sionista, mientras que algunos sefardíes se integraron a estos procesos, optando la mayoría por mantener sus costumbres y tradiciones, continuaron hablando su lengua: el judeoespañol y permanecieron fieles al modelo de generaciones anteriores.
Las primeras informaciones del holocausto los tomó desprevenidos, estaban convencidos que no los alcanzarían los horrores de Auschwitz – Birkenau. Los sefardíes de Turquía y Bulgaria se salvaron del exterminio nazi, son los que llegaron a Israel en los años 50, y en su lengua y en sus recuerdos el holocausto casi no formaba parte de su experiencia de vida, ni de la memoria colectiva, por lo que no se expresó en ningún movimiento cultural ni literario.
El silencio que guardaron los pocos sobrevivientes que también se instalaron en Israel puede explicarse no solo por su reducido número, sí por el insoportable dolor que sintieron por familiares y amigos masacrados, no tuvieron la fuerza ni los medios para contar su historia, un silencio que fue absorbido por otros inmigrantes, una historia diferente, sin registro, enmudecida en bulliciosas ciudades. Las palabras Holocausto – judeoespañol- sefaradíes y ladino se consideraban incompatibles. Aunque la Shoá exterminó al 90% de los hablantes de esa lengua, no consiguió destruir entre los que subsistieron, los sentimientos y la nostalgia por el viejo mundo desaparecido.
En relación a la escasa difusión de estos temas, los mismos sobrevivientes reservaron sus testimonios a la intimidad de las reuniones que desarrollaron en Tel Aviv, en especial los sobrevivientes griegos. Fue el ex Presidente Itzak Navon quien impulsó su presentación en los medios televisivos y a partir de entonces, crearon centros de investigación para la recopilación de testimonios de los avatares padecidos por no conocer la lengua de sus verdugos, solo halaban el judeoespañol y debieron aprender a re-utilizar su idioma, incorporar conceptos nuevos y ajenos, desarrollar un código gestual y recurrir a préstamos lingüísticos que fueran efectivos para preservar sus vidas en aquel universo de muerte y destrucción.
Conocer o no la lengua de los verdugos colocaba a los deportados frente a una débil línea de separación entre la vida y la muerte. En estas condiciones y con un número grabado en el brazo, que los sobrevivientes llevarían el resto de sus vidas, estaban obligados a entender una lengua ajena, el alemán.
…esto era un menester, divías ambezar cómo era tu número en alman, porque si el SS te llamava por tu número, divías ir pishín i si no lo comprendías al alman, te ajarvaba el SS o el kapo, o peor te azían…de modo ke conocer el alman era un avantage. Un día portábamos piedras en un karro i pasí por el crematorio ande avía unos mancebos ke estavan avlando ladino, eran mancebos de Salonik, les dishe ke io también lo avlaba i eios me ayudaron.
Para recuperar la memoria de los miles de víctimas de esa violencia y crueldad sistematizada, de su marginalidad histórica, Cidicsef, en el año 2014 conmemoró la fecha, inaugurando la Cátedra para el estudio de la Shoá sefardí, y contó con la presencia de un sobreviviente de Rodas, David Galante, nombre que honra dicha cátedra.
Más información: Los judíos sefardíes durante el holocausto, Museo del Holocausto, Estados Unidos, leer aquí.
Los sefardíes pertenecían al colectivo oriental, no eligieron adaptarse al rápido desarrollo de los nuevos países después del desmembramiento del Imperio otomano, prefirieron mantener su propia mentalidad, y sus experiencias no estaban relacionadas con los judíos centro-europeos. Además, el número de sefardíes involucrados resulta muy inferior a los millones de judíos eshkenazíes exterminados.
Esta situación relegó a los sefardíes a los márgenes de la historia, atribuida a la diferencia y evolución cultural con los eshkenazíes, protagonistas de importantes acontecimientos del pueblo judío: las reformas religiosas, la asimilación cultural, nacionalista y sionista, mientras que algunos sefardíes se integraron a estos procesos, optando la mayoría por mantener sus costumbres y tradiciones, continuaron hablando su lengua: el judeoespañol y permanecieron fieles al modelo de generaciones anteriores.
Las primeras informaciones del holocausto los tomó desprevenidos, estaban convencidos que no los alcanzarían los horrores de Auschwitz – Birkenau. Los sefardíes de Turquía y Bulgaria se salvaron del exterminio nazi, son los que llegaron a Israel en los años 50, y en su lengua y en sus recuerdos el holocausto casi no formaba parte de su experiencia de vida, ni de la memoria colectiva, por lo que no se expresó en ningún movimiento cultural ni literario.
El silencio que guardaron los pocos sobrevivientes que también se instalaron en Israel puede explicarse no solo por su reducido número, sí por el insoportable dolor que sintieron por familiares y amigos masacrados, no tuvieron la fuerza ni los medios para contar su historia, un silencio que fue absorbido por otros inmigrantes, una historia diferente, sin registro, enmudecida en bulliciosas ciudades. Las palabras Holocausto – judeoespañol- sefaradíes y ladino se consideraban incompatibles. Aunque la Shoá exterminó al 90% de los hablantes de esa lengua, no consiguió destruir entre los que subsistieron, los sentimientos y la nostalgia por el viejo mundo desaparecido.
En relación a la escasa difusión de estos temas, los mismos sobrevivientes reservaron sus testimonios a la intimidad de las reuniones que desarrollaron en Tel Aviv, en especial los sobrevivientes griegos. Fue el ex Presidente Itzak Navon quien impulsó su presentación en los medios televisivos y a partir de entonces, crearon centros de investigación para la recopilación de testimonios de los avatares padecidos por no conocer la lengua de sus verdugos, solo halaban el judeoespañol y debieron aprender a re-utilizar su idioma, incorporar conceptos nuevos y ajenos, desarrollar un código gestual y recurrir a préstamos lingüísticos que fueran efectivos para preservar sus vidas en aquel universo de muerte y destrucción.
Conocer o no la lengua de los verdugos colocaba a los deportados frente a una débil línea de separación entre la vida y la muerte. En estas condiciones y con un número grabado en el brazo, que los sobrevivientes llevarían el resto de sus vidas, estaban obligados a entender una lengua ajena, el alemán.
…esto era un menester, divías ambezar cómo era tu número en alman, porque si el SS te llamava por tu número, divías ir pishín i si no lo comprendías al alman, te ajarvaba el SS o el kapo, o peor te azían…de modo ke conocer el alman era un avantage. Un día portábamos piedras en un karro i pasí por el crematorio ande avía unos mancebos ke estavan avlando ladino, eran mancebos de Salonik, les dishe ke io también lo avlaba i eios me ayudaron.
Para recuperar la memoria de los miles de víctimas de esa violencia y crueldad sistematizada, de su marginalidad histórica, Cidicsef, en el año 2014 conmemoró la fecha, inaugurando la Cátedra para el estudio de la Shoá sefardí, y contó con la presencia de un sobreviviente de Rodas, David Galante, nombre que honra dicha cátedra.
Más información: Los judíos sefardíes durante el holocausto, Museo del Holocausto, Estados Unidos, leer aquí.