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A los 21 años, cuando ya había mostrado
su curiosidad por la cultura judía y mientras estaba en España, Borges
descubre al leer "Rosas y su tiempo", del historiador José María Ramos
Mejía, el apellido materno, Acevedo, en la nómina de las familias de
origen sefardí -"judíos portugueses convertidos (al cristianismo)"- que emigraron a
tierras argentinas." "No sé bien cómo celebrar ese arroyo de sangre
israelita que corre por mis venas", le cuenta por carta el autor de
"Ficciones" a su amigo Maurice Abramowicz, un escritor de origen judío
polaco, apenas sucedida la epifánica lectura*. |
Yo, Judío
Como los drusos, como la luna, como la muerte, como la semana que viene,
el pasado remoto es de aquellas cosas que pueden enriquecer la
ignorancia. Es infinitamente plástico y agradable, mucho mas servicial
que el porvenir y mucho menos exigente de esfuerzos.
Es la estación famosa y predilecta de las mitologías. ¿Quién no jugó a
los antepasados alguna vez, a las prehistorias de su carne y su sangre?
Yo lo hago muchas veces, y muchas no me disgusta pensarme judío. Se
trata de una hipótesis haragana, de una aventura sedentaria y frugal que
a nadie perjudica, ni siquiera a la fama de Israel, ya que mi judaísmo
es sin palabras, como las canciones de Mendelssohn.
Crisol, en su numero del 30 de enero (1934), ha querido halagar esa
retrospectiva esperanza y habla de mi ”ascendencia judía maliciosamente
ocultada” (el participio y el adverbio me maravillan).
Borges Acevedo es mi nombre. Ramos Mejía, en cierta nota del capítulo
quinto de Rosas y su tiempo, enumera los apellidos porteños de aquella
fecha para demostrar que todos, o casi todos, “procedían de cepa
hebreo-portuguesa”.
Acevedo figura en ese catalogo: único documento de mis pretensiones
judías, hasta la confirmación de Crisol. Sin embargo, el capitán
Honorio Acevedo ha realizado investigaciones precisas que no puedo
ignorar. Ellas me indican el primer Acevedo que desembarcó en esta
tierra, el catalán don Pedro de Acevedo, maestre de campo, ya poblador
del “Pago de Arroyos” en 1728, padre y antepasado de estancieros de esta
provincia, varón de quien informan los Anales del Rosario de Santa Fe y
los documentos para la historia del Virreinato, abuelo, en fin, casi
irreparablemente español.
Doscientos años y no doy con el israelita, doscientos años y el
antepasado me elude. Estadísticamente los hebreos eran de lo más
reducido.
¿Qué pensaríamos de un hombre del año cuatro mil, que descubriera sanjuaninos por todos lados?
Nuestros inquisidores buscan hebreos, nunca fenicios, garamantas,
escitas, babilonios, persas, egipcios, hunos, vándalos, ostrogodos,
etíopes, dardanios, paflagonios, sármatas, medos, otomanos, beréberes,
britanos, libios, cíclopes y lapitas.
Las noches de Alejandría, de Babilonia, de Cartago, de Menfis, nunca
pudieron engendrar un abuelo, sólo a las tribus del bituminoso Mar
Muerto les fue deparado ese don.
Revista Megáfono, 3, Nro. 12, pág. 60, Buenos Aires, Argentina. Abril de 1934.
* María Gabriela Mizraje, autora, filóloga y crítica literaria en el 5to Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, que se realizó en Buenos Aires, Agosto, 2013. Leer reportaje titulado Borges, un enamorado de su deseado origen judío (Aquí)
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Judería
Quejas que nunca cesan se alzan las anhelantes paredes
Paredes tan escarpadas que han caído en lo profundo los hombres.
Desangradas antaño en vanas palabras hoy se cicatrizaron las bocas
Mudas como el harapo de infinito que las aristas de los aleros ahorcan
Y que se arrodilla en los ojos por donde el miedo está espiando,
Mientras en el gesto de la resignación las otoñales manos se aflojan
Y las plegarias rotas se despeñan desde el firmamento implacable.
Con las alas plegadas los kerubim han suspendido el aliento.
Ante el portón la chusma se ha vestido de injurias como quien se envuelve en un trapo.
Dios se ha perdido y desesperaciones de miradas lo buscan.
Presintiendo horror de matanzas los mundos han suspendido el aliento.
Fervor de Buenos Aires (1923)
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Los Borges
Nada o muy poco sé de mis mayores portugueses: vaga gente
Que prosigue en mi carne, oscuramente,
Sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido
Y ajenos a los trámites del arte,
Indescifrablemente forman parte
Del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,
Son Portugal, son la famosa gente
Que forzó las murallas del Oriente
Y se dio al mar y al otro mar de arena.
Son el rey que en el místico desierto
Se perdió y el que jura no ha muerto.
El hacedor (1960)
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Una llave de Salónica
Abarbanel, Farías o Pinedo,
arrojados de España por impía
persecusión, conservan todavía
la llave de una casa de Toledo.
Libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.
Hoy que su puerta es polvo, el instrumento
es cifra de la diáspora y del viento,
afín a esa otra llave del santuario
que alguien lanzó al azul cuando el romano
acometió con fuego temerario,
y que en el cielo recibió una mano.
El otro, el mismo (1964)