Ben Gurion University, Neguev, Israel
Conferencia Inaugural* del Congreso Internacional "Reencuentro e historia de la aljama de Zamora, celebrado en el hotel NH Palacio del Duero entre los días 3 y 5 de julio, 2013.
Introducción
En la arqueología, es bastante común
encontrar una pequeña pieza de alfarería en un sitio de excavación inesperado y
luego del minucioso trabajo de encontrar y juntar más fragmentos, ensamblar una
bella vasija: una pieza maestra de la antigüedad. A veces, el hallazgo de un
fragmento muy pequeño es algo dramático y constituye sólo el primer paso en la
reconstrucción a gran escala de algo desconocido o el re-descubrimiento de una
ciudad olvidada de gran importancia. Este es el sueño de los arqueólogos.
Tal evento es bastante raro en la
disciplina de la historiografía y mucho más en el estudio de centros
culturales, intelectuales y de enseñanza. Normalmente, textos como
correspondencia, libros y tratados breves –los frutos del esfuerzo intelectual–
son la base del trabajo del historiador. Se hallan a nuestro alcance de manera
inmediata. Sin embargo, fue un solo fragmento de información, un eslabón
perdido, lo que nos permitió la reconstrucción de lo que voy a proponer a
continuación.
Debo admitir que el título de esta
presentación, ubicando a Zamora en la cumbre de la actividad intelectual judía
en España, puede parecer dramático y ¡esa es la intención! Revisen la
historiografía sobre los judíos en España y no encontrarán casi nada que apunte
a la tesis de nuestro tema. Esto se aplica no sólo a la historiografía que
estuvo interesada sobre todo en los últimos siglos de conversión y destrucción
del mundo judío español y concentró sus esfuerzo en analizar la imposible
existencia del triángulo judíos-cristianos nuevos-cristianos viejos,
cripto-judaísmo (o marranismo) y la Inquisición. Incluso en estudios judíos
internos sobre la historia intelectual no encontrarán una definición de Zamora
en los términos sugeridos por nuestro tema.
La razón es muy sencilla. Con
frecuencia, juzgamos los logros intelectuales por su cantidad. Específicamente,
por la cantidad de publicaciones. Sin caer en comparaciones cínicas con el
elemento principal que articula nuestras carreras académicas ni comentar sobre
este, se debe admitir que la evaluación cuantitativa no carece de importancia,
históricamente hablando, particularmente cuando queremos evaluar la influencia
de alguien. Sin embargo, al tratar con la educación y el aprendizaje
religiosos, este no suele ser el caso. Este es especialmente así cuando
estudiamos la historia de las academias talmúdicas/rabínicas (en hebreo, yeshivot).
En la tradición judía, el
aprendizaje es uno de los mayores y más importantes requisitos religiosos. La
Torá dice que uno debe estudiar “día y noche” y los textos rabínicos –desde la
Mishná hasta el presente– están llenos de instrucciones al respecto y de
ejemplos de estudiosos que llevaron esto al extremo. Podría decirse que el
aprendizaje es la característica principal del judaísmo rabínico hasta el día
de hoy. Se trata de aprender por aprender, incluso si no tiene una aplicación
práctica. Aprender constituye un fin en sí mismo. Enseñar y educar a muchos
discípulos es un imperativo, según lo dice claramente la Mishná.
Por un lado, la literatura rabínica
se ha escrito continuamente, en especial los géneros halájicos (o sea, los que
recogen las leyes judías), en la forma de códices y responsa (respuestas), y hubo muchas escuelas que invirtieron mucha
energía en escribir novelae
(comentarios nuevos y disquisiciones a partir de las discusiones talmúdicas
halájicas). Por otro lado, no todos los grandes académicos vieron en la
escritura el medio fundamental para aprender. Es por tanto metodológicamente
incorrecto definir la estatura intelectual y rabínica de alguien usando sólo la
cantidad de su producción escrita. (Algunos directores de las yeshivot lituanas más prestigiosas nunca
han escrito nada de su ingeniosa novelae
talmúdica, invirtiendo todas sus energías en la enseñanza oral. (A veces
consideran la escritura una especie de arrogancia.)
Esto a manera de introducción.
Ahora, centro mi atención en la Castilla del siglo XV y en particular en
Zamora.
La escuela Talmud-Torá
Las conversiones en masa, las
muertes y la destrucción física sin precedentes de las comunidades judías en
Castilla durante 1391, las subsecuentes olas de legislación antijudía y
campañas de conversión orquestadas por Vicente Ferrer y, finalmente, las
conversiones en masa luego de las Disputas de Tortosa, de 1412 a 1414, parecen
haber llevado al borde de la destrucción a un mundo judío que se sentía muy
orgulloso de todos sus logros en casi todos los campos del saber religioso y
secular, así como en el ámbito político. Uno de los escritores judíos lo
expresa al lamentar la gran caída. Describe las comunidades de Castilla y
Aragón “que eran entre las [otras comunidades] de nuestro país los órganos
principales del cuerpo en comparación con los secundarios”.
Luego de la serie de catástrofes ya
mencionadas, leemos la siguiente crítica interna sobre al aprendizaje de la
Torá en España:
Y
los académicos comen el pan de la pobreza, e incluso lo poco que reciben como
pago deben salir prácticamente a mendigarlo. Y esta es la razón por la que la
Torá ha perdido importancia entre ellos (los judíos) y está destinada a
olvidarse [...] porque cuando la gente ve la vergüenza y la pobreza de los
académicos, decide enviar a sus hijos a aprender las peores profesiones en
lugar de verlos sufrir como rabinos.
Esto fue escrito alrededor de 1416.
Ahora, cuando leemos sobre el estado
del estudio de la Torá –tanto en cantidad como en calidad– en las décadas antes
de la expulsión, nos da la sensación de que en medio siglo algo que podría
llamarse una revolución ocurrió en los estudios judíos en España.
Citaré brevemente a varios autores.
Joseph Ya’vez, después de la expulsión, escribió: “Nunca antes desde la
antigüedad España estuvo tan llena de yeshivot
y de estudiantes como en el momento de la expulsión.” Un cronista anónimo,
también exiliado de España, escribe: “Y había muchas yeshivot en España”, y da una lista de las diez más grandes. Judah
Khalaz, quien emigró a Tremecén, en África del Norte, escribe unos años antes
de la expulsión: “Castilla, la tierra de las yehisvot y de los estudiantes de la Torá.” En una elegía posterior
a la expulsión, el poeta llora la riqueza externa de las academias y sus
copiosas bibliotecas, que habían sido destruidas.
Tenemos información sobre grandes
bibliotecas personales de judíos en este período, y por tanto puede decirse que
las bibliotecas de las academias eran también notables.
Es cierto que, de manera general, se
puede observar un fenómeno de renacimiento de los estudios de la Torá y de las
academias después de grandes desastres materiales, desde la destrucción del
Segundo Templo y hasta nuestros días (por ejemplo, luego del Holocausto). Pero
esto no nos exonera de nuestro deber historiográfico de localizar e identificar
la(s) fuente(s) de vitalidad que dieron origen a lo que puede catalogarse como
una resurrección intelectual. En nuestro caso, la respuesta está escondida en la
personalidad casi misteriosa del Rabino Isaac Jacob Canpantón.
Esto se evidencia cuando buscamos
las breves referencias a la estatura de Canpantón y a los juicios sobre sus
logros, lo cuales se pueden encontrar en los escritos sefarditas posteriores a
la expulsión.
Muchos de nosotros conocen a Abraham
Zacuto, el celebrado matemático y astrónomo de Salamanca. (Fue también el
director de la yeshiva de Salamanca y
un importante talmudista. Además de su excelencia científica, fue también
cabalista. Es conocido mayormente por sus cálculos astronómicos y su
contribución a la navegación, y por el asesoramiento personal que le dio a
Vasco de Gama antes de su viaje a la India en 1497. Zacuto estaba entonces en
Portugal luego de salir de España en 1492. Su odisea lo llevó por el norte de
África hasta Jerusalén, donde murió.) En su Libro
de las genealogías, dedicado principalmente a la cronología de la Ley Oral
Judía, escribe Zacuto:
Y
el gran rabino, el rabino de toda la gente de Israel, el rabino de los tres estudiosos
mencionados anteriormente, el pío, el hombre humilde, quien fue inspirado por
el espíritu Divino, la gran luz, el rabino Isaac Canpantón [...] quien fue
llamado Gaon de Castilla [un título
prestigioso reservado para los directores de las famosas académicas talmúdicas
de Bagdad durante los siglos VII al XII]. Y yo lo vi. Y quienquiera que lo haya
visto experimentó algo similar a un encuentro con la Divina Providencia. Y yo
tenía seis o siete años cuando lo vi. Y murió en Peñafiel en 1463.
No es necesario dramatizar en exceso
la lectura de este párrafo para sentir la imagen de respecto y admiración que
Canpantón inspiraba.
Murió muy viejo, a los 103 años, de
acuerdo con una fuente. A partir de documentos oficiales de Castilla sabemos
que en 1450 participó en una comité que tenía a su cargo dividir los impuestos
entre las comunidades judías castellanas. Al tener cerca de 90 años en ese
momento, su contribución no fueron seguramente sus habilidades matemáticas sino
darle a las decisiones del comité su peso moral, su autoridad y su
respetabilidad.
Todas las referencias a él
posteriores a la expulsión lo describen como la figura intelectual central de
Castilla en el siglo XV, “la luz del exilio [haciendo uso, nuevamente, de un
término reservado para un autoridad rabínica askenazi del siglo XI] [...]
levantó de nuevo la corona [de la Torá] y educó a muchos estudiantes.”
El énfasis en el número de
estudiantes que aumentó durante su liderazgo es particularmente evidente.
Un panorama de
los estudiantes suyos que asumieron liderazgo rabínico y talmúdico durante las
próximas dos generaciones (o sea, la última generación en España previa a la
expulsión y la primera generación de la diáspora sefardita en la cuenca del
Mediterráneo) revela que casi todo el aprendizaje talmúdico sefardita se
originó con Canpanton. Algunos de los nombres más famosos son:
Estudiantes directos: Isaac Aboad
(Guadalajara y Buitrago. Joseph Caro, el mayor legislador halájico desde
Maimónides hasta el presente, refiere una revelación mística que tuvo cuando le
fue prometido que su yeshiva sería
más importante y más famosa que la de Aboad); Isaac Deleon (Toledo), Samuel
Valenci (sucesor de Canpantón como director de la yeshiva de Zamora); Joseph Hayyun (Lisboa).
Algunos rabinos importantes de la
segunda generación: Abraham Zacuto, Jacob Ibn Habib, Jacob Berav, Moisés
Alashqar.
El mapa geográfico que conocemos de
los centros de enseñanza talmúdica en Castilla muestra que, si tomamos a Ávila
como el centro, podemos decir que todos estuvieron en un radio de 200
kilómetros, en lugares como León, Fromista, Valladolid, Medina del Campo,
Salamanca, Segovia, Buitrago, Ávila, Guadalajara, Plasencia y Toledo. El hecho
de que la mayoría de estos lugares fueran ciudades relativamente pequeñas se
corresponde con la observación de que la vida judía en la Castilla posterior a
1391 se mudó de las grandes ciudades.
Todo
lo anterior hubiera sido muy interesante, pero no especialmente para este
congreso, si no fuera por un hecho pequeño descubierto hace unos cuarenta años
(y que es a lo que me refiero en la comparación con la arqueología que hice al
principio): la yeshiva de Canpantón
estuvo ubicada en Zamora, no lejos de este hotel.
El que esta ciudad tuviera una
comunidad judía próspera en el siglo XV, en comparación con las disminuidas
comunidades de Catilla, se evidencia con la judería nueva, ubicada en el norte
(Laredo-Quesada 33-40). También sabemos que la cantidad de impuestos que esta
comunidad pagó y que se usó en la guerra de Granada fue considerable (Suares
Fernandes). Y un elogio incidental de la comunidad judía de Zamora viene de la
pluma del poeta converso Juan Alfonso de Baena, quien en la década de 1440
escribe sarcásticamente contra un tal Gonsalo de Quadros cuya fe verdera no
está clara y dice que, aunque ha vivido en varios países, “se sabe que vives en
Zamora / y otros me dicen que crees en la Tora” (Roth 166). De esta forma, nos
enteramos de que Zamora era notoria por su comunidad judía.
Entonces, con la decadencia o
desaparición completa de los centros del pasado (como el caso de Barcelona),
Zamora se convierte en la principal atracción para los estudiantes.
Ahora, a lo largo del tiempo, los
estudiantes judíos abandonaban sus pueblos natales y se iban buscando academias
específicas, ya fuera por la naturaleza de estas o por el rabino que las
dirigía. Esto sigue pasando en la actualidad. Ocurría incluso en las
universidades medievales, y sucede hoy también, cuando los estudiantes de
postgrado buscan entrar a la universidad que tiene el mayor experto en un
campo. Un figura intelectual o espiritual central es el factor crucial en el
desarrollo de un centro. (Puede verse, por ejemplo, en España desde el período
islámico en el siglo X en Córdoba, en el XI en Granada y el XII en Lucena.)
Ahora, ¿qué era lo que Canptantón
tenía que ofrecerles a sus estudiantes? Él mismo escribió un tratado bastante
breve titulado Darkei ha-Talmud (Los
caminos del Talmud). La esencia del libro es que uno debe acercarse al
estudio del Talmud con las herramientas técnicas de la lógica, porque los
textos producidos por gente importante deben tratarse con el mayor respeto, y
el Talmud sin duda está entre ellos. Prácticamente dice: debe de haber una
explicación para cada palabra escrita porque la redundancia está descartada. No
hay dos palabras que tengan exactamente el mismo significado y por tanto no hay
sinónimos. En otras palabras, como yo les digo a mis estudiantes, uno debe
poner el dedo encima de cada palabra y ver si la oración pudo ser escrita sin ella.
Si es así, entonces debe buscarse la razón por la que la palabra extra se ha
incluido. ¿Cuál era la advertencia que nos quería hacer el autor, qué posible
obstáculo (error de comprensión, de interpretación, etc) trató de ahorrarnos?
Canpantón detalló su método a lo
largo de 20 o 30 páginas, y lo extiende al análisis de algunos de las grandes
comentaristas talmúdicos del medioevo, sobre todo de Rashi, el gran académico
francés del siglo XI, y a Moisés ben Nahman (Nahmánides) del siglo XIII en
Gerona.
Se trata de un método de aprendizaje
y hermenéutico bastante difícil y exigente. También produce una gran
satisfacción intelectual. Es obviamente un método dirigido a la élite
intelectual.
Ahora ya podemos evaluar el plan de
restauración de estudios de la Torá de Canpanton. Sabemos que las Ordenanzas de
Valladolid de 1432 dedicaron un capítulo a la reconstrucción de la educación de
la Torá en Castilla. Abraham Benvenist, el Rab
de la Corte (o Rabino de la Corte), participó en la elaboración del
documento, y, conociendo sus habilidades financieras (le prestó dinero a la
Corona) y los testimonios sobre su naturaleza caritativa, podemos asumir que
participó personalmente en los aspectos económicos de la restauración.
Canpantón lo elogió por implicarse en el proceso educativo. ¿Cómo se conecta
todo esto a su nueva metodología? La respuesta se halla en el largo debate
sefardita –en verdad, enfrentamiento– entre filosofía y religión o entre la fe
y la razón, simbolizada en el esfuerzo de Maimónides en su Guía de perplejos.
Para entender la postura de
Canpantón, debemos contrastarla con la de Asher Ben Yehiel (ROSH), un rabino
alemán que llegó a Toledo a principios del siglo XIV. Al objetársele que no
conocía árabe ni filosofía, respondió que la Torá y la filosofía tienen una
contradicción esencial y que no hay posibilidad de que un compromiso entre
ellas. Este fue un choque frontal entre la religiosidad fundamentalista
askenazi y la compleja espiritualidad sefardita. Esta actitud no podía atraer a
jóvenes que habían conocido y habían sido hechizados por la “sabiduría griega”
de la tradición aristotélica. Aquí es donde Canpantón llega con un nuevo
mensaje: no rechazó la sabiduría no judía (después de todo, fue educado por un
padre que escribió libros de matemática y astronomía) sino que les ofreció a
los jóvenes judíos un método mediante el cual el estatus del Talmud se eleva al
demostrar que el pensamiento filosófico es una “sirvienta” (para usar el
término de Maimónides), un requisito previo al entendimiento del pensamiento
legal y de la sabiduría judíos más profundos.
No tenemos mucho tiempo para
explorar este punto, pero es suficiente decir que ya a principios del siglo XVI
los cronistas expresan su comprensión de la estrategia de Canpantón.
Paideia
Al analizar las características
espirituales de los rabinos asociados con esta escuela, veremos que la mayoría
de ellos poseía conocimiento filosófico pero mostraban una tendencia positiva
hacia la Cábala. Sabemos también que Canpantón era así. De esta forma, llegamos
a la conclusión de que Canpantón tiene parte de la responsabilidad de la
inclinación espiritual que tendrá el liderazgo sefardita en las dos
generaciones siguientes. Aunque no todos estaban conformes, y se pueden hallar
críticas al método educativo en las academias anteriores a la expulsión,
parecer ser que este mundo judío emergió de la lucha por la supervivencia
durante el siglo XV como una comunidad fortalecida que al final seguiría a sus
líderes espirituales al exilio.
Influencia del método
Al analizar las
escrituras rabínicas y pedagógicas a raíz de la revolución de Canpantón,
hallamos las profundas huellas de su sistema.
Para decirlo
brevemente:
1. Existen
varios comentarios de los famosos comentarios de Rashi sobre la Torá que usan
el método de Canpantón.
2. Después de
la expulsión, la metodología de estudios del Talmud se produjo en forma de
tratados breves, como en el caso de Darkei
ha-Talmud.
3. Joseph
Hayyun, la figura rabínica más importante de Lisboa, escribió comentarios sobre
la Torá basándose claramente en la premisa de que no hay sinónimos, ni siquiera
en la poesía de los salmos. (Canpantón no discute la Torá pero si uno fuera a
interpretar cada palabra del Talmud y algunos de los comentaristas medievales,
este debiera de seguro ser el caso con los libros mismos de Dios.) Esta
exégesis, debo enfatizar, va contra la corriente de lo que se asumía en el
mundo medieval sefardita (In Ezra, Qimhi, etc) de que la Biblia repite la misma
idea con palabras diferentes y que no hay necesidad de explicar tales casos.
Más aún, el
hecho de que el siglo XV sean tan pobre en escrituras talmúdicas puede deberse
en parte al ejemplo de Canpantón, quien fue un modelo para sus estudiantes. (De
estos, sólo uno, Isaac Aboad, escribió ampliamente.)
Conclusión
En el siglo
XVII aun se decía este refrán ladino: “Ley de Castilla, Hizun y Sephrud de
Portugal” (“De Castilla debe venir la ley y el canto litúrgico y la caligrafía
de Portugal”). Se trataba de un recuerdo nostálgico de la península previa a la
expulsión, probablemente formulado a fines del siglo XV. Ya se habla de
Castilla en general. Pero sabemos ahora que la palabra espiritual e intelectual
que dio forma a la imagen intelectual del mundo judío español en la segunda
mitad del siglo XV surgió de una fuente ubicada a unos pocos cientos de metros
de este lugar.
*Traducida por el
Dr. Alfredo Alonso Estenoz, Luther College, Iowa, Estados Unidos.
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